MI VIDA DE AMARILLO 29.

 

Bajo de la planta al retén de celadores para tomar un pequeño refrigerio y despejarme un poco de la tensión en la planta, que la noche se hace larga; pero me llaman y tengo que volver de inmediato para una urgencia.

Me han dicho el número de la habitación donde se ha producido la incidencia y me dirijo allí directamente. Al entrar me encuentro a una señora desnuda en el baño, sentada en el retrete. La señora es de una cierta edad avanzada. Se ha levantado de la cama ella sola y ha salido de la habitación. Una auxiliar se la ha encontrado en el pasillo, y cuando han querido devolverla a su cama entre varios compañeros, la señora se ha empeñado en que quería ir al baño y ahora no quiere levantarse de la taza del váter. 

Dos de mis compañeras permanecen junto a ella sin saber qué hacer. La señora tiene la cara blanca y se siente totalmente contrariada. Hacemos lo posible para convencerla y por fin conseguimos volverla a su cama. Una de las enfermeras recuerda que tiene pautada la sujeción por su médico, así que para prevenir males mayores, recomienda que se le aplique en ese momento; pero no quedan cinturones en la planta, así que le piden a Alberto que vaya a buscar uno a otra planta.

Cruzo el pasillo hasta donde comienzan las habitaciones que pertenecen al control del otro ala de la planta.

Veo al final del pasillo a dos compañeras corriendo alarmadas hacia mí.

-¿Qué pasa?- les pregunto extrañado y aún desde lejos.

-¡Ven, Alberto, por favor!-

Me acerco hasta ellas contagiándome de su angustia y su premura y las acompaño al interior de una habitación.

Un paciente se ha saltado las barandillas de la cama y se arrastra como puede por la habitación. Está recién operado de una rodilla y le cuesta mantenerse. Grita de dolor y nos llama “¡Delincuentes!”

Su compañero de habitación, mucho más joven que él, y aún más asustado, es quien ha dado la alarma. Se tapa los ojos porque no quiere ver lo que sucede. 

El paciente que intenta escapar no puede avanzar más. Tiene sonda vesical y la bolsa cuelga aún enganchada en los soportes laterales de su cama, mientras tira y tira a punto de desgarrarse por completo. La imagen es de terror. Si sigue tirando, terminará arrancándosela y el daño que se va a hacer puede ser muy doloroso. 

Intento calmarle.

-Tranquilo, Jose. Mire, yo me llamo Alberto. Estoy aquí para ayudarle… Escúcheme un momento, por favor. ¿Dónde quiere ir?-

-¡Delincuentes! ¡Que me tienen aquí atado! ¡Son todos ustedes unos delincuentes!-

El señor es de complexión robusta, de mediana estatura, fibroso, entre 60 y 70 años, con gesto de indignación y mirada perdida. Con sus manos grandes, se apoya como puede en un andador terapéutico que ha cogido de algún sitio e intenta ayudarse para avanzar, pero lo lleva agarrado justo del revés, y le estorba aún más en su intento de avance.

El señor está muy agitado y de muy mal humor. Los rasgos de su rostro y sus manos son como de piedra, y no quiere escuchar. “La noche le ha desorientado.” Eso es lo que me dicen mis compañeras.

--¡Quiero ir a cagar!- protesta el paciente con voz rotunda.

Él lo tiene clarísimo, y por eso lo grita; para que nos quede claro a todos. Cuando le ayudamos a resolver su necesidad, regreso a la habitación donde se necesitaba un cinturón de seguridad para la sujeción de la paciente que también se había levantado precipitadamente de su cama. Otra compañera había conseguido ya el cinturón y mientras un par de auxiliares están terminando de ajustárselo correctamente, la señora pregunta qué es lo que le ha pasado.

-Se ha desorientado usted; no se preocupe. La noche, que a veces nos juega malas pasadas…- le responde la compañera sanitaria.

 

Comentarios

  1. Muy buenas anécdotas, mi abuelo también trabajó de celador en un hospital, muchos recuerdos vienen a mi mente, gracias por compartir y muchas felicidades, hoy día he terminado mi curso en este sitio web https://1cursos.com/f-curso-de-celador-sanitario y realmente deseo poder ser una excelente profesional, saludos.

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    1. Hola, Diana. Enhorabuena por haber terminado ese curso y si crees que te gustaría trabajar de celadora, no dudes en esforzarte por conseguirlo. Recuerda que, al menos en mi opinión, todo trabajo relacionado con el cuidado de enfermos es sin duda vocacional. Mucho ánimo. Y gracias por leerme.

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