MI VIDA DE AMARILLO 31.

 

¿Qué pasaría si, de pronto, comenzara un incendio en el hospital?

Los bomberos pueden tardar minutos en llegar, pero resulta que esos primeros minutos son suficientes para que un conato de incendio, como una papelera prendida, el sillón de un paciente o cualquier otra cosa que por cualquier motivo empezara a arder, se convierta en una tragedia de dimensiones y consecuencias lamentables.

Pues acabo de aprender lo siguiente: Los responsables de sofocar esos principios de incendio son los integrantes del “Equipo de intervención”. Y ¿quién está en ese equipo? Yo. 

No sólo yo, a ver, esto es como en la pandemia y como en la guerra: la tropa va delante. Y así mismo, los responsables de anticiparse en esas situaciones de emergencia durante los minutos decisivos y previos a la llegada del cuerpo de bomberos; sofocando el comienzo de un incendio o incluso rescatando algún paciente, familiar o compañero, que por cualquier circunstancia se hubiera quedado atrapado, somos los de mantenimiento, los de seguridad y los celadores.

Para ello, nos tenemos que formar, claro está. Cada cierto tiempo, un pequeño grupo de estas categorías profesionales tiene que hacer un curso teórico-práctico para aprender a hacer frente a estas situaciones, y esta semana me tocó a mí, entre otras compañeras y compañeros. 

Extintores de polvo, de espuma, de agua, de dióxido de carbono; mangueras a presión, fuegos y más fuegos y laberintos a oscuras con muñecos atrapados, simulando víctimas humanas, etc, etc…

Y yo, en medio de todo ese fregao. Con mi torpeza. Con mis pies fríos, casi congelados, dentro de unas botas enormes de caucho y el casco, el mono, la chamarra ignífuga, los guantes y demás… como si fuera un bombero… o algo parecido…

Un “actor-celador” disfrazado de bombero; bueno, el caso es que si sólo fuera eso, no sería muy ajeno a mí. De hecho, sin ir más lejos, durante la sesión práctica de este curso para aprender a apagar conatos de incendios y acometer situaciones de emergencia, se me vino a la memoria que hace unos años contactaron conmigo desde cierta productora de televisión para ofrecerme trabajar como actor en una serie sobre un parque de bomberos. El personaje que se me ofrecía era el protagonista de la serie, y en un principio, se tenía previsto grabar unos 13 capítulos para empezar.

Los guionistas de la serie, unos chicos increíblemente amables, simpáticos y muy creativos, fueron a verme a una función de teatro con la que tuve un bolo en una localidad cercana a Madrid… tal vez fuera por estas fechas, precisamente, otoño desde luego… Y allí, en la cafetería del teatro, me estuvieron explicando el proyecto junto a mi representante, que ostentó durante todo el rato de aquella reunión una amplia sonrisa con la que yo creo que no he vuelto a encontrarme con una igual en mi vida profesional…

Entre otras muchas cosas, aquellos entrañables guionistas me comentaron casi al final de la reunión que el personaje llevaría mi nombre real: “Alberto”, como una especie de agradecimiento por las ideas que yo, en mi entusiasmo exacerbado por la ocasión singular que se me ofrecía, había sugerido para el desarrollo de las diferentes situaciones que podía vivir el personaje que yo iba a interpretar.

Así quedamos hasta que, pasados unos meses, recibí las primeras versiones de los que serían los dos o tres primeros capítulos de la serie para que los fuera estudiando…

Mi representante por aquel entonces, me aconsejó que dejara un tiempo prudencial sin aceptar compromisos importantes, ya que en cualquier momento me anunciarían el comienzo del rodaje; pero transcurrió un año completo y esa noticia nunca llegó. Posteriormente, me enteré de que el proyecto de la serie sobre bomberos había pasado a manos de una productora diferente a la de un principio, la cual había decidido cambiar el reparto previsto, incluyendo a otro actor, muy conocido por cierto, que interpretaría el personaje protagonista, y que curiosamente siguió llamándose “Alberto”, pese a que no fui yo quien lo hizo, ni los guionistas que terminaron trabajando en dicha serie,  fueron los mismos que en un principio hablaron conmigo.

Lo cierto es que desde entonces no volví a saber nada de bomberos, aunque la serie se grabó y se emitió por cierta cadena de televisión; hasta estos días en los que me he encontrado ataviado como tal, o algo parecido, ensayando apagar fuegos en una mañana fría de algún lugar recóndito de la Comunidad de Madrid. Y por mucho que buscaba, no había cámaras, no había director, ni directora, no había focos ni maquillajes; sólo un monitor que nos enseñaba a usar extintores, mangueras, y a caminar a oscuras, junto a algunas de mis compañeras y compañeros del hospital, y uno de nuestros jefes haciéndonos fotos con su teléfono móvil.

No trabajé en aquella serie de televisión, y sentí una tremenda decepción y una lamentable frustración en su día, pero el caso es que si en alguna ocasión estoy trabajando en el hospital y salta la alarma de incendios, tal vez, con lo poquito que he aprendido en el curso, tenga la oportunidad, a pesar de mi torpeza manifiesta, de ayudar a salvar de las llamas a algún paciente o de colaborar en impedir que uno de nuestros hospitales públicos se convierta en cenizas.

Comentarios

  1. Yo quiero dedicarme a ser celador sanitario y di con esta web https://cursos2022.com/c-cursos-de-celador-sanitario-2022 y quiero saber si la conocen ya que tengo motivación de mas para hacer la carrera.

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    1. Hola, José. No conozco ese curso, pero si quieres buscar trabajo como celador, adelante y mucho ánimo.

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