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Mostrando entradas de septiembre, 2021

MI VIDA DE AMARILLO 21.

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  En la pasada noche solo quedaban en nuestro hospital dos pacientes covid. No sé si cuando a Francisco y a Luis les den el alta o se despidan de nosotros de otra forma mucho más dramática, volverán a ingresar otros pacientes afectados por esta horrible pandemia. No lo sé con seguridad, pero creo que no. Creo que volveremos a la normalidad de nuestro hospital; a recibir los pacientes habituales que teníamos antes de que comenzara todo esto. Para mí ha sido una experiencia dramática, donde he vivido momentos y emociones que se quedarán en mi memoria para siempre. Horror, sufrimiento, solidaridad, pena, tristeza, impotencia, emergencia, incomprensión, amor, dolor, agonía, amargura, locura, ternura, asco, confusión, alegría, esperanza, soledad, miedo, incertidumbre... Creo que no seguiré publicando aquí más partes de "Mi vida de amarillo", aunque también presiento que mientras continúe asistiendo a pacientes, seguiré sintiendo la necesidad de seguir expresando por escrito la

MI VIDA DE AMARILLO 20.

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  Isi ya está en el cielo. Con su media melena rubia impecable y sus ochenta años, aparece resplandeciente en mi sueño de anoche. Su mirada sigue siendo tan contundente como cuando se enfadaba conmigo en vida; abriendo los ojos desmesuradamente, tanto, que parece que me va a atravesar con la mirada… Isi, pletórica de energía, me pregunta: -¿Quién te hizo el traje con el que fuiste al estreno de tu película? – -¿Quién te hizo ese traje?- Insiste… -Lo compré- le respondo con dificultad… (siempre me cuesta hablar en mis sueños) y ella se enfada aún más… -¡¿No te dije que yo te haría un esmoquin perfecto?! Te dije que te lo haría YO, y que te lo regalaría YO, y que tú ibas a ser el más elegante de todos… en ese estreno… ¿Por qué no me avisaste?- Isi fue una paciente a la que atendí hace meses, en pleno pico de la crisis de la pandemia, en el hospital donde trabajo como celador sanitario. Ella, que toda la vida había trabajado como diseñadora de alta costura, me había prometid

MI VIDA DE AMARILLO 19.

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Tristeza. Siento tristeza porque se han cumplido mis temores. Otra vez el "buzo" de protección. Otra vez enfermos sufriendo demasiado; otra vez cansancio entre mis compañeros... Otra vez el insomnio... Y otra vez, pesadillas cuando duermo... Siento tristeza al ver fotos y fotos de amigos, y personas muy cercanas a mí, posando sin mascarillas... Siento tristeza al comprobar que cada uno interpreta todo esto a su manera... Tristeza por la ausencia de empatía... Tristeza es la mascarilla. En ti. Y en mí. Tristeza al recordar a Gabriela, que nos pide que la levantemos de la cama; el médico da su consentimiento, y al día siguiente nos deja para siempre... Tristeza por la autocomplacencia, la petulancia, los desencuentros... Y me sigo sintiendo un marciano. Un marciano triste entre extraños y una pandemia... Quiero volver a los escenarios, no quiero volver a representar el papel del "doctor Alberto" para que Josefa nos permita sujetarla y asearla... Y que prop

MI VIDA DE AMARILLO 18.

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  En el hospital en el que trabajo ya volvemos a tener una planta llena de pacientes contagiados por el virus fatídico. Comenzó a ocuparse con un señor mayor, paciente en paliativos, a quien contagió alguna de sus visitas, a pesar de todas las medidas de prevención y las advertencias, y hubo que trasladarle a la planta que hasta entonces esperaba vacía, reservada por si hacía falta para posibles ingresos de COVID. Días más tarde, este paciente falleció… Posteriormente se fue llenando el ala A de dicha planta con pacientes contagiados. La mayoría de ellos han ido llegando de otros hospitales que se van saturando y que por diversos motivos solicitan sus traslados a nuestro hospital. Ya me ha tocado volver a estar “en el frente”… y en esta ocasión la emoción que más he experimentado al volver a esa situación ha sido la tristeza. Una honda tristeza que aún me dura, pese a que la vida me compensa con otras experiencias completamente distintas… pero esa tristeza persiste en mi alma sin

MI VIDA DE AMARILLO 17.

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  Regreso de unos días de vacaciones y me encuentro el hospital totalmente reorganizado. Una planta entera se ha dejado preparada para recibir a pacientes contagiados por el virus, y supongo que para darme una especial bienvenida, mis jefes han decidido asignármela durante una semanita. La planta aún está vacía de pacientes, porque aún no nos ha llegado ninguno contagiado por el dichoso virus que lo cambió todo y que tanto nos hizo sudar y provocó tanto  desatino, estrés, sufrimiento y espantosas muertes en nuestro hospital.   Como no tengo aún ningún paciente que atender, ayudo en las tareas generales de retén, que son casi todas bastante mecánicas y aburridas. Mientras esperamos con temor la posible llegada de los pacientes infectados por el SARS-CoV-2, desempolvo mi "casco-pantalla", que no veía desde principios de junio, y compruebo que el armario de nuestro retén de celadores está repleto de EPIs de todas las tallas... Esperando...   Hoy he hecho el ingreso de J

MI VIDA DE AMARILLO 16.

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  Ayer, por primera vez después de muchos días de pesadilla, pude trabajar sin Equipo de Protección… Tan sólo seis pacientes me esperaban en la planta, ¡¡y YA NO HABÍA NINGÚN PACIENTE CON COVID!!   Ayer, con la planta ya desinfectada,   terminamos de llenarla de pacientes de medicina interna, y no tuve miedo, ni sudé a borbotones porque no tenía que llevar el mono, ni la pantalla… NI LA MASCARILLA FFP2 que tanto agobia!   Ayer por fin atendí a los pacientes sin vivir el horror de todos estos días que espero que se hayan quedado atrás para siempre…   Seguimos viviendo de amarillo… Ahora con más ESPERANZA…  

MI VIDA DE AMARILLO 15.

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  Estoy junto a la puerta del mortuorio. El que antes sólo era una cámara frigorífica para residuos orgánicos. -¿Os saco la camilla?- -No, tranquilo, ya la sacamos nosotros. Nos vamos a poner el equipo.- Tres señores encamisados lucen en sus corbatas negras el escudo municipal. Los tres se revisten con sus equipos de protección. -¡Buenos equipos! Eso está bien…- les comento. -Los de la funeraria del ayuntamiento somos los que vamos mejor preparados.- -Ya veo, ya…-   Dos de los funcionarios cargan la camilla con el cadáver que está metido en dos bolsas funerarias selladas y desinfectadas y tapado con unas sábanas. La sacan de la nevera para residuos orgánicos que lleva tiempo habilitada como mortuorio para fallecidos por coronavirus y la colocan junto al ataúd que previamente habían acercado, y cuya tapa han quitado de su sitio y apoyado contra una de las paredes de la estancia contigua a la cámara frigorífica donde nos encontramos. Uno de ellos sale al patio donde tienen ap

MI VIDA DE AMARILLO 14.

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  Noche de verbena en el hospital. Nos lo han llenado de ancianos llegados directamente de residencias. Todos con covid, todos muy enfermos, todos desorientados, todos amedrentados… Entramos en la habitación: “¡Buenas noches, caballero! ¿Qué tal estamos?” Y el hombre se tapa el rostro con la sábana y grita y tiembla… tiene terror a que le hagamos daño. Le miro la pulsera y veo su nombre, y le explico a don Cipriano que estamos allí para cuidarle, que no tiene porqué temernos. En temporada de gripe suelen ingresar muchos pacientes en nuestro hospital, y un buen porcentaje son personas mayores que viven en residencias, pero no suelen ser tantos como ahora, ni vienen tan mal, ni los ves sufrir tanto como los que tenemos ahora, ni fallecen tantos. Ahora están muriendo muchos. Duran poco en el hospital, y traen más… casi todos sufren demencia en mayor o menor grado. Todos se sienten agredidos y tienen miedo a ser maltratados. La otra noche se nos murieron tres, durante el día murieron cuatr

MI VIDA DE AMARILLO 13.

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  La noche en el hospital no es lo mismo que el día. Seguramente parecerá una obviedad, pero lo cierto es que vivir la noche del hospital en estas circunstancias tan excepcionales, aún te abre más en canal. Algunos pacientes duermen, otros no… algunos son presas de sus pesadillas y las viven como si fueran realidad, y al atenderlos y tratar de comunicarse con ellos, te produce terror… La mierda incrustada en sus uñas, dispersa por las barandillas de la cama, impregnada en las fotos de sus seres queridos, fuera de sus cajones, arrancadas de las paredes, y todo justificado con frases inconexas y enajenadas es un escenario que produce escalofríos… la fiebre, el horror y la mierda por todas partes… Una inyección no calma el dolor. Hay sanitarios que conversan en voz alta sobre naderías. Algunos se sienten especiales y sentencian sobre cualquier asunto… Hay otros que intentan aprovechar unos momentos de tranquilidad para descansar un rato, y piden a los que vociferan que bajen el volume

MI VIDA DE AMARILLO 12.

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  Una cámara frigorífica donde se suele acumular la basura orgánica para que no produzca malos olores ni atraiga ratas y cucarachas hasta que llegue el camión que la recoja, no me  parece un lugar apropiado para reconvertirlo en mortuorio. Hiere mi sensibilidad, y eso es mi problema. El cuerpo sin vida de alguien me sigue inspirando todo el respeto, tal vez más. Lo sigo sintiendo como a una persona, y no puedo mostrarme indiferente a su estado. Es una persona que HA PERDIDO LA VIDA; no puedo zarandearla como si fuera un saco de patatas podridas, pero entiendo que es mi problema, de nadie más. A los otros profesionales que preparan, precintan, desinfectan, empaquetan, movilizan y trasladan esos cuerpos,   no les pasa lo mismo, saben aislarse; los cadáveres no lo perciben, y sus familiares ni se lo imaginan… Lo que dice en los letreros: "Residuos" y "Mortuorio 2"   A veces me aburren las conversaciones triviales, en otras ocasiones me entretienen, incluso me diviert

MI VIDA DE AMARILLO 11.

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  Soñar… A veces sueño mientras atiendo a los pacientes… Estoy con ellos, y a la vez los veo más allá de las ventanas del hospital. Es una manera de ayudarme a mí mismo a conseguir de ellos una sonrisa, un aliento, una esperanza…Pero no me gusta que mis pacientes se cuelen en mis sueños mientras duermo. Mis sueños nocturnos se convierten en pesadillas, y en cierto sentido, parte de mi trabajo se extiende mucho más allá de mi jornada laboral, y al despertarme me sigo sintiendo cansado. Muchos de mis seres queridos estaban esperando: mi mujer, mis hijos, algunos de mis hermanos y de mis amigos, mi madre y mi padre que aparecen desde el otro lado de la muerte; todos están esperándome llegar en un coche Ford Model 18 V-8 de color negro… y entre todos me ayudan a bajar al paciente… Lo trasladamos a una casa vacía donde no le espera nadie, y no sabemos cómo va a cuidarse… Me preguntan y yo no sé qué responder.. La aparición de mis padres en mis sueños me causa dolor. La preocupación de mis

MI VIDA DE AMARILLO 10.

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  Conocí a Juanjo en uno de los peores momentos de esta crisis en nuestro hospital, cuando comenzamos a recibir casos de covid en una planta donde normalmente se tratan pacientes recién operados de trauma. Son pacientes que suelen estar muy poco tiempo ingresados y son muy diferentes a los de otras plantas; por tanto, el personal que los atiende está muy especializado en ese tipo de pacientes. Cuando se suspendieron todas las intervenciones quirúrgicas, esa planta también se destinó a acoger infectados. El primer día fue un total desconcierto: l@s auxiliares no acertaban a organizar su trabajo, iban y venían como gallinas sin cabeza, l@s enfermer@s   desorientad@s y la supervisora intentando poner algo de orden a base de discusiones y gritos; todo parecía una emergencia, las dudas se multiplicaban, el miedo nos sobrecogía, el primer muerto en la planta cayó nada más empezar, y la primera vez que se amortajaba a alguien con el virus en aquella planta fue una desgraciada y tristísima exp

MI VIDA DE AMARILLO 9.

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  Darío y Antonio son dos pacientes que comparten habitación. La cama de Darío está junto a la puerta de entrada y la de Antonio junto a la ventana por la que se ve la parte alta de un edificio donde estuvo ubicada hace años la inclusa de Madrid. Darío es muy serio. Antonio siempre sonríe y hace por comunicarse con nosotros, pero ninguno de los dos puede hablar. Nos hacen gestos que intentamos traducir en palabras, pero no siempre lo conseguimos. Cuando entré a trabajar en el hospital me contaron una historia sobre el fantasma de un niño que deambula por una de las cornisas del edificio de enfrente. Con frecuencia encuentro a Antonio observando   absorto la fachada de ese edificio a través de su ventana. Antonio fue profesor de filosofía y cuando me acerco a él, siempre me da por saludarle diciéndole cosas como “don Antonio, ¿qué me dice de Aristóteles?... ¿qué opina de la filosofía de Santo Tomás de Aquino, don Antonio?...”   Antonio, me mira sonriente, pero con un aire como diciend

MI VIDA DE AMARILLO 8.

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  ¿Somos héroes? Corro por el pasillo. Sudo. Sudo. Sudo. Corro empujando la cama donde viaja Justino. Eusebio, el enfermero, me abre las puertas. Mis compañeros me abren paso y me saludan y yo no paro de sudar. Hoy me ha tocado un EPI de plástico y voy agobiado… Hace un rato bromeaba con Carmen, que es una señora muy simpática, que siempre me invita a cenar cuando entro en su habitación, y al verme me dice que voy muy elegante,   y le hago el tonto, moviéndome a “cámara lenta” y le pregunto -¿Quién soy, Carmen, quién soy?- Carmen se echa a reír y grita: -¡El Armstong ese, el de la Luna!- … y mi compañera me regaña, que deje de hacer el ganso que me está esperando para atender a Merceditas, la del mal humor, que nos vomita en una batea que rebosa en ese momento… Yo estoy corriendo por el pasillo y parece que nunca llegamos a la UCI. Y no me siento un hombre fuerte, no mido 1,94 ni soy ningún héroe, me siento un niño. Soy pequeño, con la cabeza grande y las orejas salientes, tímido y

MI VIDA DE AMARILLO 7.

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  “Isi” es una señora que nació en los estertores de nuestra puñetera guerra civil, y hoy aún presume coqueta su media melena rubia que luce brillante desde que ayer se la lavara con un lava-cabezas hinchable que, por suerte, pudo conseguir una compañera. Isi se empeña en llamarme “Pepe” e ignoro el porqué; insiste en ello a pesar de que yo le insisto: -Que no soy Pepe, Isi, que me llamo Alberto- , y ella me replica: -Ya lo sé, ¡¡Alberto!!-. Isi me confesó que estaba muy aburrida y yo le dije que podía ponerle la tele, que ahora es gratis (menos mal!!), para que se pueda entretener un rato. Pero resulta que a ella no le gusta ver la tele, que lo que le gusta es leer, de vez en cuando me dice… -¿Quiere que llame a la biblioteca del hospital y pregunto si le pueden ofrecer algún libro?- le pregunto. –No, no, a mí lo que me gustan son las revistas más que nada… Y COMO MIS HIJAS NO ME LAS TRAEN…- (Escribo estas últimas letras en mayúsculas porque noto un rotundo tono de recriminación.

MI VIDA DE AMARILLO 6.

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  Un trabajador sanitario llora en el autobús que le lleva de vuelta a casa. Es de noche. Las calles están oscuras y casi vacías. Hace frío. Llueve un poco… La jornada laboral ha durado más de lo habitual. Demasiado dura. Demasiado dolor. Su consuelo espera en casa. Gracias, amor, por escucharme. Gracias por estar ahí.   Aquel día fue imposible expresar todo lo que ocurrió en el trabajo. Siento mucho, Valeriya, que te hayas ido así… ojalá pudiera haber hecho algo más por ti… Me hubiera gustado haber oído más tu voz quebrada hablándome de San Petersburgo… Me avergüenzo de cómo te has ido… Lo siento. Te pido disculpas de corazón, Ángeles, por todo lo que te hemos hecho pasar y las faltas de respeto con las que te hemos agredido; espero que nunca más regañen a Benilda, que nunca nadie confunda tu nombre, que nadie más te rechace por tu obesidad, que nadie más muestre cara de asco al cambiarte el pañal, ni te insulte, ni te ofenda y ojalá te recuperes pronto y vuelvas a abrazar a tus

MI VIDA DE AMARILLO 5.

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  No es lo mismo entrar en una habitación donde yace un paciente contagiado por el puñetero virus este, que subir a un escenario o entrar en un set de rodaje. No, no es lo mismo. Mido 1,94 m de altura y peso unos 92 Kg. Vamos, que como diría una que yo me sé: “Tengo buena planta”; pero ¿qué pasa? Que como en nuestro país no abunda mucho la altura entre las compañeras y compañeros de nuestra profesión, en multitud de ocasiones he tenido problemillas: que si los iluminadores temen desaforar, que si el prota o la prota con la que me toca trabajar se siente de alguna manera “perjudicado” al actuar en la misma escena que yo, que si un tres cuartos lo he tenido que usar como americana o en lugar de salir en una escena con librea, lo he tenido que hacer directamente en chaleco porque la susodicha prenda no daba más talla; la gorra de policía en la mano o bajo el brazo porque la que se me facilitaba podría encasquetarse fácilmente en la cabecita de algún habitante de Lilliput, pero en la mía

MI VIDA DE AMARILLO 4.

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  Si el virus tuviera cara, le daría de hostias para partírsela. No me apetece ir al hospital, pero tengo que hacerlo. Al llegar me encuentro a todos mis compañeros excesivamente alterados, nerviosos. Los del turno de mañana están desesperados por marcharse y yo no quiero estar allí. Nadie desea estar allí. Un cadáver espera en su habitación. Debemos ir a prepararlo para trasladarlo al mortuorio. Esta noche vendrán los de la UME… hay demasiados exitus en el mortuorio… Quiero dejar mi mochila con la merienda en el armario donde guardamos nuestras cosas, pero no cabe. Una compañera me empuja desde atrás y me obliga a apartarme, coge su bolso del armario y sin más suelta: “Así dejamos sitio!”, y sale pitando. Una mujer en la sala de espera aguarda una respuesta. Quiere llevarse a su madre y pide su alta voluntaria. Su madre está contagiada, su estado es grave y requiere continua atención médica, pero la hija no quiere que su madre muera en un hospital, así que exige hablar con un mé

MI VIDA DE AMARILLO 3.

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  MI VIDA DE AMARILLO 3. Y todo ello me provocó una depresión, que hasta hace poco creo que no había superado… o quizá aún en este tiempo todavía persista, pero intento aliviar con amor y un poco de humor. Pero lo cierto es que hasta estos últimos días, que de repente ha habido tantos cambios con esto de la pandemia, que lo ha desestabilizado todo, no me había planteado, quizá porque no lo había sentido hasta ahora así, que ambas vocaciones, la interpretación actoral y la asistencia sanitaria, me devuelven un Juan Alberto López tal vez más completo, tal vez más genuino. Hasta hace poco me decía a mí mismo que no iba a poder aguantar por mucho tiempo el estar sin ser quien “verdaderamente soy”… Por las noches se me han estado multiplicando las pesadillas relacionadas con los escenarios perdidos, las cámaras que me olvidaron y los versos que aún sonando en mis vísceras y poblando mi voz, fueron abandonados por los oídos… pero en las últimas fechas, cuando los dramas en vida se suceden

MI VIDA DE AMARILLO 2.

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  Había cumplido los cincuenta, y por tanto,   debía ajustarme a la realidad y encontrar un trabajo remunerado cuanto antes; por lo que resultaba impensable plantearme siquiera el ponerme a estudiar la carrera sanitaria. Ni la que no hice en su momento, ni cualquier otra; así que me matriculé en una academia y después de tres mesecillos de clases y otro más de prácticas, me dieron un diplomilla que dice que soy celador de Instituciones Sanitarias. No había pasado ni un mes desde que acabé mis prácticas como celador, cuando me llamaron de una clínica para ofrecerme un contrato de trabajo temporal. Después vinieron otros, y desde entonces trabajo intermitentemente como celador y muy de vez en cuando como actor. Trabajar como celador en hospitales, el último escalafón de las categorías profesionales en la sanidad de nuestro país, me ha exigido humildad y volverme a inventar a mí mismo; me ha supuesto responsabilidades inusitadas, relaciones sociales y laborales nunca antes experimentada