MI VIDA DE AMARILLO 10.
Conocí a Juanjo en uno de los peores momentos de esta crisis en nuestro hospital, cuando comenzamos a recibir casos de covid en una planta donde normalmente se tratan pacientes recién operados de trauma. Son pacientes que suelen estar muy poco tiempo ingresados y son muy diferentes a los de otras plantas; por tanto, el personal que los atiende está muy especializado en ese tipo de pacientes. Cuando se suspendieron todas las intervenciones quirúrgicas, esa planta también se destinó a acoger infectados. El primer día fue un total desconcierto: l@s auxiliares no acertaban a organizar su trabajo, iban y venían como gallinas sin cabeza, l@s enfermer@s desorientad@s y la supervisora intentando poner algo de orden a base de discusiones y gritos; todo parecía una emergencia, las dudas se multiplicaban, el miedo nos sobrecogía, el primer muerto en la planta cayó nada más empezar, y la primera vez que se amortajaba a alguien con el virus en aquella planta fue una desgraciada y tristísima experiencia, que junto con las otras, me tocó compartir.
Conocí
a Juanjo en todo ese barullo. Un señor de 94 años, de complexión fuerte, casi
ciego y casi sordo; aunque si le hablabas muy alto al oído podía oírte un poco.
Extendía sus brazos hacia arriba como un niño que te pide que lo arrulles;
gritaba y se arrancaba las gafas nasales de oxígeno, el camisón, el pañal…
Gritaba quejándose de un dolor terrible en el pecho y pedía ayuda con sus
brazos abiertos… Quedé con él en que lucharíamos juntos, en que podía confiar
en mí, en que gritaría mi nombre cuando sintiera angustia; le hice prometerme que
no dejaría de luchar y que saldría de esto, y le prometí que siempre que
gritara mi nombre yo iría a acompañarle…pero me destinaron a otra planta durante
más de una semana. Ayer regresé. Juanjo ya no estaba en su cama. Fuimos
recorriendo las habitaciones, y yo albergaba la esperanza de que lo hubieran
cambiado a otra. A veces pasa, por diversos motivos. Abrí la puerta de la
última que nos quedaba por atender, y me encontré un cadáver: John. Inglés de
82 años. Muerto. Solo. Sin familiares. Sin nadie. Por Juanjo no me atreví a
preguntar…
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