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MI VIDA DE AMARILLO 35.

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Tropecé con un cacharro metálico. No sé en donde tenía la mente, pero lo cierto es que no lo vi, y como no quería caerme, hice lo posible para recuperar el equilibrio. No hubo remedio. Me di de bruces contra el suelo. Estaba solo en un rincón absurdo del hospital, y nadie me vio. Me recompuse lo más rápido que pude y maldije mi torpeza. No me había pasado gran cosa, tan solo un pequeño rasguño en un codo y otro en una rodilla. Comienzo a andar para continuar con mis tareas. Hoy estoy en la planta de traumatología, y todo son idas y venidas. Que si llevo a un paciente a una radiografía, que si a otro a una ecografía, otra radiografía, y otro escáner, y otro y otro… y que si levanto a un recién operado de una pierna, que si aseamos a una paciente recién operada de la cadera, que si llevo una analítica al laboratorio, que si llevo una petición de sangre al banco de sangre; un paciente que recibe el alta y hay que llevarlo en silla de ruedas hasta la puerta, otro que acaba de salir del q

MI VIDA DE AMARILLO 34.

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  Tomás ha vuelto al hospital. Tomás es un paciente que estuvo ingresado casi dos años con nosotros. No sé de nadie que haya estado tanto tiempo. Todos le conocemos, aunque es cierto que tiene un carácter dificilillo de tratar, y no siempre es fácil prestarle la atención que reclama, sin que a uno le afecte. Tiene algo más de sesenta años y desde hace muchos, no sé cuántos exactamente, no puede moverse de cintura para arriba, entre otras dolencias con las que imagino, y siento, que se debe hacer muy difícil llevar la vida. Durante su larga y anterior estancia en el hospital,   comprobé, a pesar de sus dolencias y que como digo era complicado satisfacer todas sus exigencias o mejor dicho, la manera de solicitar la satisfacción de todas sus necesidades, que es un hombre que tiene o tenía una cierta dosis de un humor muy peculiar a la hora de relacionarse con sanitarios y otros pacientes; y lo cierto es que a mí me tocó tratarlo con bastante frecuencia, por lo que tuvimos ocasión de cha

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  El último concierto que vio y escuchó Luis Evaristo fue desde su cama en el hospital, gracias a que ese día era gratis ver la tele en las habitaciones de la planta de paliativos.   Luis Evaristo ha vivido algo más de 80 años. Los últimos nueve meses los ha pasado con nosotros esperando la muerte sin salir de su habitación. Fue músico. Tocaba el clarinete y fue un don Juan toda su vida. A sus ochentitantos años, ingresado en nuestro hospital, con su cuerpo consumiéndose poco a poco, mantenía sus ojillos saltones y su mirada traviesa. Gustaba de piropear a toda señora o señorita que entrara en su habitación, con gracia, salero y su sonrisa pícara bajo su gran nariz puntiaguda, que había paseado por casi todo el mundo tocando el clarinete… y todo lo que pudo… -“A mí es que siempre me ha gustado mucho tocar”- decía entre risitas. Pero no había maldad ni doblez en sus chascarrillos y ocurrencias, siempre conseguía la complicidad de cuantos le atendíamos, tanto hombres como mujeres,

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  Waldo es un enfermero que trabajaba en el mismo hospital que yo. Muchas veces hemos coincidido en la planta donde él estaba asignado y disfruté con su profesionalidad, su empatía para con los pacientes y su amabilidad. Un hombre más bien callado, atento y de escasa gesticulación; pero siempre dispuesto a atender con humanidad y respeto tanto a sus compañeros como a sus enfermos, y a establecer una conversación sencilla y amable. En cierta ocasión me ayudó con una especie de forúnculo que me salió en un muslo, y que me tuvo mosqueado durante un tiempo, y él me tranquilizó dándome consejos para tratarlo. Era raro verle sonreír, pero nunca dudé que me encontraba ante alguien con vocación sanitaria y una buena persona. Luchó en el hospital durante las peores crisis motivadas por las primeras olas de la pandemia, y en cierta ocasión me comentó que su mujer estaba muy enferma, y que debía emplear mucho tiempo y esfuerzo en su cuidado; aunque en aquel tiempo nunca supe la enfermedad que

MI VIDA DE AMARILLO 31.

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  ¿Qué pasaría si, de pronto, comenzara un incendio en el hospital? Los bomberos pueden tardar minutos en llegar, pero resulta que esos primeros minutos son suficientes para que un conato de incendio, como una papelera prendida, el sillón de un paciente o cualquier otra cosa que por cualquier motivo empezara a arder, se convierta en una tragedia de dimensiones y consecuencias lamentables. Pues acabo de aprender lo siguiente: Los responsables de sofocar esos principios de incendio son los integrantes del “Equipo de intervención”. Y ¿quién está en ese equipo? Yo.   No sólo yo, a ver, esto es como en la pandemia y como en la guerra: la tropa va delante. Y así mismo, los responsables de anticiparse en esas situaciones de emergencia durante los minutos decisivos y previos a la llegada del cuerpo de bomberos; sofocando el comienzo de un incendio o incluso rescatando algún paciente, familiar o compañero, que por cualquier circunstancia se hubiera quedado atrapado, somos los de mantenimi

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  Sus ojos eran poesía con la que se despedía de mí para siempre. Aquella última mirada fue un poema que me dedicó Carlos antes de irse. Mirar de frente a la poesía misma, reconocerla viva y frente a mí, fue lo mismo que encontrarme cara a cara con la muerte. Fue como una ola grande en la orilla del mar, que te golpea en la cara y te arrastra todo el cuerpo. Carlos era un paciente con el que charlaba en francés por las tardes durante mis visitas a su habitación. Bueno, miento, porque lo poco que ya recuerdo del francés que aprendí en el colegio, y que apenas he practicado a lo largo de mi vida, sólo me permite chapurrear frases sueltas, casi incomprensibles, y repetir las pocas palabras que recuerdo por aquí y por allá… pero a Carlos y a mí, nos parecía una charla en francés, o mejor dicho, disfrutábamos jugando a que lo era… Este juego de “hablar en francés”, siempre ante la perplejidad de mis compañeros sanitarios, comenzó porque un día me contó Carlos que años atrás había corr

MI VIDA DE AMARILLO 29.

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  Bajo de la planta al retén de celadores para tomar un pequeño refrigerio y despejarme un poco de la tensión en la planta, que la noche se hace larga; pero me llaman y tengo que volver de inmediato para una urgencia. Me han dicho el número de la habitación donde se ha producido la incidencia y me dirijo allí directamente. Al entrar me encuentro a una señora desnuda en el baño, sentada en el retrete. La señora es de una cierta edad avanzada. Se ha levantado de la cama ella sola y ha salido de la habitación. Una auxiliar se la ha encontrado en el pasillo, y cuando han querido devolverla a su cama entre varios compañeros, la señora se ha empeñado en que quería ir al baño y ahora no quiere levantarse de la taza del váter.   Dos de mis compañeras permanecen junto a ella sin saber qué hacer. La señora tiene la cara blanca y se siente totalmente contrariada. Hacemos lo posible para convencerla y por fin conseguimos volverla a su cama. Una de las enfermeras recuerda que tiene pautada la s

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  ¿Qué pasaría si un actor se quedara atrapado para siempre  en la interpretación de un personaje?   En su tiempo, en sus modos, en su voz, en su cuerpo…

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  ¿Soy un esclavo?   Quiero vivir en contacto con la naturaleza; quiero pisar escenarios; quiero vivir mis sueños.   Desde niño deseé ser actor. No sólo lo soñé; fue real. Estudié, investigué, busqué, tuve paciencia, fuerza y perseverancia… He trabajado como actor desde los 17 años… ¿y ahora?   Siento cadenas que me atan los pies y las manos y los ojos. Siento cadenas apretándome el cerebro. Confundo las mascarillas con el maquillaje, las camas de hospital con escenarios; las puertas con cámaras y las sonrisas de los pacientes, las acojo como aplausos.   Trabajar para sobrevivir. Vivir sin trabajar.   Soy un esclavo. ¿Por amor? Tal vez lo sea por amor.

MI VIDA DE AMARILLO 26.

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  Es de noche. Estoy cansado. Termino la vuelta con los pacientes que lleva una de las auxiliares de la planta que me corresponde hoy y comienzo con la siguiente. Ella me está esperando inquieta y agitada en la puerta de la habitación. Al verme llegar, ella entra delante de mí con un mal gesto y como metiéndome prisa. Al entrar apurado, justo detrás de ella, la veo azotar con la mano al paciente del fondo junto a la ventana de la habitación. La auxiliar azota al paciente, le ofende y le regaña. -¿Qué hago? ¿Le llamo la atención a mi compañera?- me pregunto agobiado. La situación es tensa, y en ese momento no sé qué hacer al respecto. El paciente ha tenido una tremenda diarrea y está bañado en mierda. Se ha abierto él mismo el pañal y se ha embadurnado las manos, la cara, las sábanas… la cama entera. Son las tantas de la madrugada y hay que asear al paciente por completo y cambiar toda la ropa de cama. Mi compañera sigue increpando al paciente. Yo me encargo de movilizarlo con

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  Durante el verano siempre se aprovecha para hacer algunas reformas en el hospital y mejorar el estado de alguna de las plantas; por lo que como es necesario desalojar alguna, se suele trastocar todo un poco. Este año se han visto afectados por este motivo, principalmente, los pacientes crónicos y los de medicina interna, y al ir reubicando a unos y a otros, a veces se dan combinaciones muy curiosas… Hoy he estado trabajando en una planta de pacientes “reubicados”, y al ir recorriéndola para atenderlos, me encuentro con una combinación tan curiosa que me da la sensación de estar en un mal sueño, en el rodaje de una película o, si me apuras, en un demencial espectáculo que tal vez podría titularse algo así como “El túnel de la regresión”… Isabelita tiene a su madre ingresada desde hace meses. En cuanto llega por la mañana, le da los buenos días a su mamá y le anima para que haga caca. -Venga, “bebé”, si tienes ganas, aprovecha ahora. Aprieta, “bebé”…- “Bebé”; así llama Isabel

MI VIDA DE AMARILLO 24.

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  Hoy me toca llevar el control de acceso para la vacunación. Como es domingo y estamos en agosto, me parece que voy a tener una mañana tranquila. Será que los citados para hoy han preferido irse a la playa o que han decidido pasar de su cita en nuestro hospital y prefieren vacunarse ahí cerca, donde no hace falta cita y te pinchan a cualquier hora. No lo sé… El caso es que, como estoy tranquilo, tengo tiempo para escribir mis notas y facilitarme luego la tarea de contar cosas que me pasan en este trabajo… Un caballero de edad avanzada se me acerca. Yo diría que puede pasar de los 70 años de edad, por eso me extraña cuando me pregunta que si su madre, a la que no veo, se puede vacunar. Como nota mi perplejidad, a pesar de que intento disimularla, me explica que su madre viene detrás, a paso más lento. Que no quería vacunarse, pero que hace unos días falleció un hermano suyo de COVID, y que ha cambiado de opinión sobre el tema. Entonces la madre aparece caminando torpemente con la