MI VIDA DE AMARILLO 25.
Durante el verano siempre se aprovecha para hacer algunas reformas en el hospital y mejorar el estado de alguna de las plantas; por lo que como es necesario desalojar alguna, se suele trastocar todo un poco.
Este año se han visto afectados por este motivo, principalmente, los pacientes crónicos y los de medicina interna, y al ir reubicando a unos y a otros, a veces se dan combinaciones muy curiosas…
Hoy he estado trabajando en una planta de pacientes “reubicados”, y al ir recorriéndola para atenderlos, me encuentro con una combinación tan curiosa que me da la sensación de estar en un mal sueño, en el rodaje de una película o, si me apuras, en un demencial espectáculo que tal vez podría titularse algo así como “El túnel de la regresión”…
Isabelita tiene a su madre ingresada desde hace meses. En cuanto llega por la mañana, le da los buenos días a su mamá y le anima para que haga caca.
-Venga, “bebé”, si tienes ganas, aprovecha ahora. Aprieta, “bebé”…-
“Bebé”; así llama Isabelita a su madre octogenaria, y ella aprieta obediente y caga todo lo que puede… Al mediodía se repite lo mismo; después de la siesta, también, y a última hora de la tarde, la mamá de Isabelita, que es una mujer voluminosa, tan grande que ocupa toda la cama, el pelo rizado y los cachetes sonrosados, siempre mansa y aplicada, hace lo que puede… pero ya a esas alturas del día no le queda nada más que depositar a la mujer, y aunque se esfuerza, tan sólo suelta unos cuescos con zurrapa…
Isabelita se disgusta un poco, pero se despide de ella dejándole bajo las sábanas cuatro o cinco paquetes de pañuelos de papel y el cerdito rosa de goma en su mano derecha, con el que acostumbra a pasar la noche su mamá…
Martina, la vecina de la habitación contigua, también de la quinta más o menos de la madre de Isabelita, pero mucho menos opulenta en su aspecto físico, tiene una vaca de trapo a la que no deja de abrazar en ningún momento; ni siquiera cuando la aseamos, procurando que se moje lo menos posible…
Hoy hemos puesto nombre a la vaquita de Martina. Le he sugerido que la podíamos llamar “Pepita”… y en su cama se ha quedado tan contenta Martina con su vaca “Pepita”…
Los protagonistas de este fantástico “Túnel de la regresión” son muchos y variopintos. Algunos dan un poco de miedo, la verdad, otros suscitan una honda tristeza, y todos necesitan siempre cuidado y atención.
La decana de todos ellos es una señora pequeña, arrugadita, con una nariz prominente y una barbilla como punta de croissant, la boca sin dientes… una carita de abuelita de esas que aparecen en las ilustraciones de antiguas ediciones de populares cuentos infantiles de antaño…
A la abuelita se la oye solo de vez en cuando… siempre lo mismo… con voz débil pero con ganas, y entre gruñidos ininteligibles, grita casi en una especie de canto:
- -¡Papá…!
¡Papáaaaa!-
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