MI VIDA DE AMARILLO 8.
¿Somos héroes? Corro por el pasillo. Sudo. Sudo. Sudo. Corro empujando la cama donde viaja Justino. Eusebio, el enfermero, me abre las puertas. Mis compañeros me abren paso y me saludan y yo no paro de sudar. Hoy me ha tocado un EPI de plástico y voy agobiado…
Hace un rato bromeaba con Carmen, que es una señora muy simpática, que siempre me invita a cenar cuando entro en su habitación, y al verme me dice que voy muy elegante, y le hago el tonto, moviéndome a “cámara lenta” y le pregunto -¿Quién soy, Carmen, quién soy?- Carmen se echa a reír y grita: -¡El Armstong ese, el de la Luna!- … y mi compañera me regaña, que deje de hacer el ganso que me está esperando para atender a Merceditas, la del mal humor, que nos vomita en una batea que rebosa en ese momento…
Yo estoy corriendo por el pasillo y parece que nunca llegamos a la UCI. Y no me siento un hombre fuerte, no mido 1,94 ni soy ningún héroe, me siento un niño. Soy pequeño, con la cabeza grande y las orejas salientes, tímido y fantasioso… pero la situación real es que Justino lleva una máscara de esnórquel, que nos ha donado una tienda de deportes, que he conectado a una bala de oxígeno, temblando, porque no soy ningún héroe, porque tengo miedo de equivocarme, porque tengo miedo de llegar tarde…
Justino respira con mucha dificultad, pero aún debemos entrar en un ascensor para llegar a la UCI improvisada de la 3ª planta. No puedo correr más, soy muy torpe y me tropiezo con la puerta del ascensor.
Ayer
zarandeé a Ángel, un paciente que no conseguía movilizar yo solo, y me
desesperé, y maldecí, y me agobié… no soy ningún puñetero héroe, soy un inútil.
Eso es lo que siento contemplando discutir a los responsables de la UCI
mientras duermen y entuban con urgencia a Justino, y compruebo que no puedo
hacer nada más que observar y esperar a que me pidan que les ayude a cambiarlo
de cama y sigo sudando. Quieto. Inútil. Y llorando como un mierda. No soy
ningún héroe. No lo soy.
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