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MI VIDA DE AMARILLO 5.

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  No es lo mismo entrar en una habitación donde yace un paciente contagiado por el puñetero virus este, que subir a un escenario o entrar en un set de rodaje. No, no es lo mismo. Mido 1,94 m de altura y peso unos 92 Kg. Vamos, que como diría una que yo me sé: “Tengo buena planta”; pero ¿qué pasa? Que como en nuestro país no abunda mucho la altura entre las compañeras y compañeros de nuestra profesión, en multitud de ocasiones he tenido problemillas: que si los iluminadores temen desaforar, que si el prota o la prota con la que me toca trabajar se siente de alguna manera “perjudicado” al actuar en la misma escena que yo, que si un tres cuartos lo he tenido que usar como americana o en lugar de salir en una escena con librea, lo he tenido que hacer directamente en chaleco porque la susodicha prenda no daba más talla; la gorra de policía en la mano o bajo el brazo porque la que se me facilitaba podría encasquetarse fácilmente en la cabecita de algún habitante de Lilliput, pero en la mía

MI VIDA DE AMARILLO 4.

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  Si el virus tuviera cara, le daría de hostias para partírsela. No me apetece ir al hospital, pero tengo que hacerlo. Al llegar me encuentro a todos mis compañeros excesivamente alterados, nerviosos. Los del turno de mañana están desesperados por marcharse y yo no quiero estar allí. Nadie desea estar allí. Un cadáver espera en su habitación. Debemos ir a prepararlo para trasladarlo al mortuorio. Esta noche vendrán los de la UME… hay demasiados exitus en el mortuorio… Quiero dejar mi mochila con la merienda en el armario donde guardamos nuestras cosas, pero no cabe. Una compañera me empuja desde atrás y me obliga a apartarme, coge su bolso del armario y sin más suelta: “Así dejamos sitio!”, y sale pitando. Una mujer en la sala de espera aguarda una respuesta. Quiere llevarse a su madre y pide su alta voluntaria. Su madre está contagiada, su estado es grave y requiere continua atención médica, pero la hija no quiere que su madre muera en un hospital, así que exige hablar con un mé

MI VIDA DE AMARILLO 3.

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  MI VIDA DE AMARILLO 3. Y todo ello me provocó una depresión, que hasta hace poco creo que no había superado… o quizá aún en este tiempo todavía persista, pero intento aliviar con amor y un poco de humor. Pero lo cierto es que hasta estos últimos días, que de repente ha habido tantos cambios con esto de la pandemia, que lo ha desestabilizado todo, no me había planteado, quizá porque no lo había sentido hasta ahora así, que ambas vocaciones, la interpretación actoral y la asistencia sanitaria, me devuelven un Juan Alberto López tal vez más completo, tal vez más genuino. Hasta hace poco me decía a mí mismo que no iba a poder aguantar por mucho tiempo el estar sin ser quien “verdaderamente soy”… Por las noches se me han estado multiplicando las pesadillas relacionadas con los escenarios perdidos, las cámaras que me olvidaron y los versos que aún sonando en mis vísceras y poblando mi voz, fueron abandonados por los oídos… pero en las últimas fechas, cuando los dramas en vida se suceden

MI VIDA DE AMARILLO 2.

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  Había cumplido los cincuenta, y por tanto,   debía ajustarme a la realidad y encontrar un trabajo remunerado cuanto antes; por lo que resultaba impensable plantearme siquiera el ponerme a estudiar la carrera sanitaria. Ni la que no hice en su momento, ni cualquier otra; así que me matriculé en una academia y después de tres mesecillos de clases y otro más de prácticas, me dieron un diplomilla que dice que soy celador de Instituciones Sanitarias. No había pasado ni un mes desde que acabé mis prácticas como celador, cuando me llamaron de una clínica para ofrecerme un contrato de trabajo temporal. Después vinieron otros, y desde entonces trabajo intermitentemente como celador y muy de vez en cuando como actor. Trabajar como celador en hospitales, el último escalafón de las categorías profesionales en la sanidad de nuestro país, me ha exigido humildad y volverme a inventar a mí mismo; me ha supuesto responsabilidades inusitadas, relaciones sociales y laborales nunca antes experimentada

MI VIDA DE AMARILLO 1.

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  Soy Juan Alberto López. Actor. Soy Juan Alberto López, celador sanitario. Actualmente trabajo en un hospital público. En realidad llevo ya un par de años trabajando de forma intermitente en distintos hospitales. Comencé a hacerlo porque después de haberme dedicado durante casi cuarenta años a mi primera profesión, la de actor, sentí la necesidad de buscarme una segunda actividad profesional que me permitiera subsistir, ya que por diversas razones, que sinceramente no termino de identificar, desde hace unos años y poco a poco, han ido dejando de contar conmigo las productoras audiovisuales, los directores de casting y la gente de teatro en general. Intenté resistir con lo que quedaba de mi propia compañía teatral, cuyo proyecto había terminado hecho pedazos por los efectos de la anterior “crisis económica de 2008”, pero finalmente terminé cargado de deudas y de múltiples problemas. Yo soy actor por vocación desde mi infancia, y para perseguir mi sueño me formé y me esforcé desde muy