MI VIDA DE AMARILLO 32.
Waldo es un enfermero que trabajaba en el mismo hospital que yo. Muchas veces hemos coincidido en la planta donde él estaba asignado y disfruté con su profesionalidad, su empatía para con los pacientes y su amabilidad. Un hombre más bien callado, atento y de escasa gesticulación; pero siempre dispuesto a atender con humanidad y respeto tanto a sus compañeros como a sus enfermos, y a establecer una conversación sencilla y amable. En cierta ocasión me ayudó con una especie de forúnculo que me salió en un muslo, y que me tuvo mosqueado durante un tiempo, y él me tranquilizó dándome consejos para tratarlo. Era raro verle sonreír, pero nunca dudé que me encontraba ante alguien con vocación sanitaria y una buena persona. Luchó en el hospital durante las peores crisis motivadas por las primeras olas de la pandemia, y en cierta ocasión me comentó que su mujer estaba muy enferma, y que debía emplear mucho tiempo y esfuerzo en su cuidado; aunque en aquel tiempo nunca supe la enfermedad...